martes, 22 de mayo de 2018

Gimnasia Ritmica Masculina


A pesar de que la gimnasia rítmica suele concebirse como un deporte exclusivamente femenino, la verdad es

que también existe su variedad masculina y que esta modalidad se inventó en Japón. La forma original de este 

deporte, la calistenia de grupo, ya existía en Japón antes de la Segunda Guerra Mundial y en 1949 se incluyó 

como disciplina oficial en la Competición Deportiva Nacional. Ese mismo año se inauguró el Campeonato 

Nacional de Gimnasia Rítmica Interescolar, que este año celebró su sexagésimo quinta edición.

A diferencia de la estética elasticidad que caracteriza la rítmica femenina, la belleza de la disciplina masculina 

se basa en ejercicios dinámicos y acrobáticos que ostentan una gran potencia física. 

A pesar del calor abrasador, el 18 de julio los entregados aficionados hicieron cola durante más de una hora delante del Segundo Gimnasio del Estadio Nacional de Yoyogi. Los aproximadamente 2.900 asientos del gimnasio se llenaron casi por completo, y la demanda de entradas superó 20 veces el aforo del lugar. Por más que se trate de un deporte poco conocido, resulta evidente que la gimnasia rítmica masculina goza ya de un público apasionado.
La apertura, desbordante de fantasía, dejó al público boquiabierto. Una enorme tela azul que cubría el suelo circular de 30 metros de diámetro flotaba en la tenue luz del escenario. Los gimnastas movían la tela haciéndola ondear y, tras convertirse en una gigantesca esfera que evocaba una masa de agua, la tela se allanó de repente como la superficie del mar en calma.
A continuación los gimnastas hicieron su aparición como la vida que surge del mar original y la calma del ambiente se tornó en movimiento. Los espectadores no tardaron en sumergirse en el mundo concebido por Daniel Ezralow, que declaró que su intención había sido “hacer que los gimnastas nadasen y se zambullesen en el suelo del gimnasio como peces y delfines”.
Las caras de los gimnastas se iluminaron con amplias sonrisas tras finalizar la actuación, pero reconocieron que la preparación había sido realmente difícil para todos. Lo más duro fue sin duda seguir con los entrenamientos habituales a la vez que preparaban el nuevo espectáculo.
Ōkawa Yoshinari, estudiante de cuarto curso, comenta: “Tuvimos poco más de un mes para entrenar en serio. Nos faltaba tiempo. Llegamos a Tokio cinco días antes de la actuación y pulimos los últimos detalles. Sentíamos una gran presión por corregir los errores individuales para que no repercutiesen en el resultado de los demás compañeros, y al final, cada uno de nosotros se concentró y de algún modo logramos sacarlo adelante”.
Un mes después de la actuación pública el equipo de Aomori iba a competir en el Campeonato Nacional de Gimnasia Rítmica Interescolar para conseguir la duodécima victoria consecutiva. El estudiante de segundo curso Suzuki Jin apuntaba: “Creo que era necesario llevar a cabo este proyecto para dar más relieve a escala mundial a un deporte tan minoritario como el nuestro. A diferencia de lo que ocurre con las competiciones, esta vez todos los 27 miembros del equipo pudieron participar y gracias a ello mejoramos nuestro trabajo en equipo. Entrenamos doce horas diarias y a veces hasta altas horas de la noche, pero me alegro de haberlo hecho. Sin embargo, si ahora no lo damos todo en los campeonatos, todo este esfuerzo no habrá valido de nada. Tenemos que cambiar el chip y volver a centrarnos en la competición”.
Salir al mundo para dar a conocer una nueva disciplina: ese es el flamante sueño que persiguen estos prometedores jóvenes procedentes de la región de Tōhoku.

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